PRINCIPIO DE COMPLEMENTARIEDAD
El principio de
complementariedad es un concepto filosófico introducido por el físico danés Niels
Bohr en referencia al principio de incertidumbre de Werner Heisenberg, un
postulado fundamental para la mecánica cuántica.
Su objetivo es
explicar algunos fenómenos aparentemente contradictorios que presenta la
mecánica cuántica, como por ejemplo la dualidad onda-corpúsculo. El principio
de complementariedad sostiene que dos propiedades complementarias no se pueden
medir simultáneamente con total precisión, de manera que cuanta más precisión
se obtiene de una de ellas, menos se obtiene de la complementaria. En su forma
más simple expone que dos propiedades o aspectos complementarios no se pueden
percibir simultáneamente, de manera que un "objeto cuántico" se puede
presentar solamente en uno de los dos aspectos al mismo tiempo, por ejemplo o como
onda o como corpúsculo. De forma más escueta: si preparamos un objeto de manera
tal que la propiedad A toma un valor preciso, entonces siempre existe otra
propiedad B cuyo valor está completamente indeterminado. En ese caso, afirmamos
que las propiedades A y B son “complementarias”. Pero esos valores no se pueden
determinar simultáneamente.
Niels Bohr concibió
aparentemente el principio de complementariedad durante unas vacaciones de
esquí en Noruega en febrero y marzo de 1927, durante las cuales recibió una
carta de Werner Heisenberg respecto al recién descubierto (y aún no publicado)
principio de incertidumbre. Al regresar de sus vacaciones y cuando ya
Heisenberg había presentado su trabajo sobre tal principio de incertidumbre
para su publicación, convenció a Heisenberg de que este principio de
incertidumbre era una manifestación del concepto más profundo de la
complementariedad.
Bohr presentó
públicamente el principio de complementariedad en una conferencia que pronunció
el 16 de septiembre de 1927 en el Congreso Internacional de Física celebrado en
Como, Italia; asistieron la mayoría de los físicos de la época, con las
notables excepciones de Einstein, Schrödinger y Dirac. Sin embargo, estos tres
estuvieron presentes un mes más tarde, cuando Bohr presentó de nuevo el
principio en la V Conferencia Solvay (Bruselas, Bélgica, octubre de 1927). Las
conferencias fueron publicadas en las actas de estas dos reuniones y se volvió
a publicar además al año siguiente en alemán y en inglés. Un artículo escrito
por Bohr en 1949 titulado "Las discusiones con Einstein sobre Problemas
epistemológicos en Física Atómica" es considerado por muchos como una
descripción definitiva de la noción de complementariedad.
En el discurso de
aceptación de su Premio Nobel en 1954, Max Born recordó lo profundamente
divididos que estaban los famosos teóricos cuánticos en dos campos:
"...Cuando digo
que los físicos aceptaban la manera de pensar que en aquella época habían
desarrollado, no estoy siendo del todo correcto. Entre los investigadores que
contribuyeron de manera destacada a la construcción de la mecánica cuántica
hubo algunas excepciones notabilísimas. El mismo Max Planck estuvo entre los
escépticos hasta su muerte y Albert Einstein, Louis-Victor de Broglie y Erwin
Schrödinger no dejaron de subrayar los aspectos insatisfactorios de la
teoría...".
Este dramático
desacuerdo giraba en torno a algunas de las cuestiones más fundamentales de
toda ciencia. ¿Existen los objetos atómicos con independencia de las
observaciones humanas? Y, si es así, ¿es posible que el hombre comprenda de
forma correcta su comportamiento?
Se puede decir que,
en general, las escuelas de Copenhague y Gotinga (Bohr, Heisenberg, Born...)
respondieron de manera más o menos pesimista a estas cuestiones. Y en contra de
esta idea estaban Einstein, Planck, Schrödinger, Ehrenfest y de Broglie. En
relación con esto Heisenberg escribió:
"...Todos los
que se oponen a la interpretación de Copenhague están de acuerdo en un punto.
Según su opinión sería deseable volver al concepto de realidad de la física
clásica o, por utilizar un término más filosófico, a la ontología del
materialismo. Preferirían volver a la idea de un mundo real objetivo y que las
partes más pequeñas existieran objetivamente de la misma manera que existían
los árboles y las piedras, con independencia de si son observables o no."
Dos fueron los
desencadenantes físicos del desarrollo de la interpetación de
Copenhague-Gotinga: la dualidad onda-corpúsculo y el principio de
incertidumbre. El año más importante de culminación de esta interpretación fue
1927.
A partir de 1911 el
industrial químico belga Ernest Solvay patrocinó conferencias internacionales
de física a las cuales invitaba al elenco científico de cada país relevante.
Estos encuentros fueron una ocasión que Bohr y Einstein aprovecharon
especialmente para debatir las dificultades conceptuales de la nueva teoría y
para discutir sobre los llamados experimentos mentales. Ambos presentaron un
experimento conceptual para refutar la teoría del otro. En la Conferencia
Solvay de 1927 el experimento por debatir tomaba como fundamento el realizado
por Thomas Young en 1801, el famoso experimento de la doble rendija donde, a
partir de unas franjas de interferencia, se ponía en evidencia la naturaleza
ondulatoria de la luz. Este hecho no concordaba con la misma hipótesis cuántica
que sobre la luz había hecho Einstein según la cual esta se comportaba de forma
corpuscular en minúsculos paquetes llamados fotones.
Esta dualidad de la
naturaleza (la luz actuando como onda si atravesaba rendijas o como corpúsculo
si incidía sobre una placa fotográfica) no satisfacía a Einstein, pues parecía
desacreditar la realidad objetiva. Sin embargo, la Escuela de
Copenhague-Gotinga lo explicaba gracias al principio de complementariedad
introducido poco antes, en septiembre de ese mismo año, por el mismo Bohr. En
síntesis, este principio viene a afirmar que, si se quiere captar la naturaleza
como un todo, hay que expresarse utilizando modos de descripción
contradictorios. Bohr afirmaba que las teorías ondulatoria y corpuscular eran
ejemplos de modos complementarios de descripción, válidos cada uno por sí
mismos, aunque (en términos de la física de Newton) incompatibles entre sí.
Este principio sería, pues, una forma de esquivar la dualidad onda-corpúsculo y
también, como veremos a continuación, la otra gran aportación que enunció su
discípulo Heisenberg en ese mismo año.
Werner Heisenberg
propugnaba un nuevo principio de comportamiento de la naturaleza en el mundo
microfísico: la interacción observador-observado, no prevista en el paradigma
clásico. Por ejemplo, si queremos observar un electrón, de alguna manera
tenemos que iluminar con fotones de luz y esto lo perturbará, es decir, ya no
estará en el estado que queríamos observar y medir. Existe un límite
fundamental en la precisión con la que podemos determinar simultáneamente
ciertos pares de variables. La naturaleza es así: cuanto más nos acercamos a
ella, más difuminada se nos muestra.
Sin embargo, según
el principio de complementariedad, pueden aparecer dos formas de descripción de
un sistema determinado como mutuamente exclusivos, aunque ambos sean necesarios
para la completa comprensión del sistema.
Así, por un lado,
podemos querer destacar la causalidad teniendo en cuenta que hay una evolución
bien determinada del estado del sistema, definido por su función de onda. Sin
embargo, esta descripción sólo tiene significado si dejamos de hacer
observaciones de las variables de espacio y tiempo, ya que el proceso de
efectuar estas observaciones perturbaría el estado de una manera imprevisible y
destruiría la causalidad.
Por otra parte,
podríamos preferir destacar la descripción espacio-temporal y sacrificar la
causalidad. Bohr sostuvo que cada descripción ofrece una visión parcial de la
"verdad" total respeto al sistema tomado en su conjunto.
Einstein intentó
refutar el principio de incertidumbre mediante estos experimentos mentales en
que él era el mejor maestro. Su propósito era probar que la interacción entre
el aparato de medida y el objeto físico, el electrón, por ejemplo, no podía ser
tan misteriosa y incognoscible como pretendían Bohr, Born y Heisenberg, o que
la discontinuidad no debía jugar un papel tan grande. Uno de estos experimentos
mentales, por ejemplo, consistía en una pared con un agujero pequeño por el que
pasaba un electrón que iba a chocar con una pantalla semiesférica, produciendo
un destello en uno de sus puntos. Einstein argumentaba que, inmediatamente
antes del impacto, la función de onda tenía un valor no nulo en toda la
pantalla, que se habría anular instantáneamente en el momento del impacto (pues
el electrón no podía llegar ya a otro punto), lo que contradecía la teoría de
la relatividad, pues ya habría una acción que se propagaría más deprisa que la
luz. Bohr argumentó al día siguiente de que el principio de incertidumbre
obligaba a tener en cuenta el retroceso de la pared al pasar el electrón, lo
que obligaba a admitir una incertidumbre en el momento de paso, invalidando el
argumento de Einstein. Uno a uno, Bohr iba refutando los argumentos de Einstein
a costa de varias noches de poco sueño y mucho trabajo. Por demás, John Wheeler
opinó que el "principio de complementariedad de Bohr es el concepto
científico más revolucionario de este siglo y el corazón de su búsqueda de
cincuenta años del pleno significado de la idea cuántica".
Parece lógico pues
que, cuando en 1947 la corona danesa concedió a Bohr el ingreso como caballero
en la aristocrática Orden del Elefante, el escudo elegido llevase la siguiente
inscripción: contraria sunt complementa.
Video Instructivo.
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